Donald Trump quiere ser Vladimir Putin: el giro que sacude el orden mundial


Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha dado señales claras de su intención de reconfigurar el tablero geopolítico global. En un movimiento que ha sorprendido a sus aliados y ha complacido a Moscú, el presidente de Estados Unidos ha restablecido relaciones con Rusia, negándose a condenar la invasión de Ucrania y desmantelando décadas de política exterior estadounidense en favor de un acercamiento con el Kremlin.

Este viraje ha encendido las alarmas en Europa y ha llevado a analistas a preguntarse: ¿Quiere Trump convertirse en un Vladimir Putin estadounidense? La respuesta parece estar en su visión de poder, su estilo autoritario y su desprecio por las estructuras tradicionales de la diplomacia internacional.

Trump y Putin: Una admiración de larga data

Desde su primer mandato, Trump ha mostrado una extraña fascinación por el liderazgo de Putin. Lo ha elogiado en repetidas ocasiones, destacando su "fuerza" y su "capacidad de liderazgo". Ahora, en su nuevo período presidencial, ha dado un paso más allá: ha rechazado llamar a Rusia un agresor en la guerra de Ucrania y ha promovido un diálogo directo con Moscú para redefinir el futuro del conflicto sin contar con Kiev.

Esta postura ha generado un cisma dentro del propio gobierno estadounidense. Mientras los aliados tradicionales de Washington, como la OTAN y la Unión Europea, advierten sobre los peligros de legitimar la agresión rusa, Trump sigue adelante con su estrategia de distanciamiento de los valores liberales que han definido el orden mundial desde la Segunda Guerra Mundial.

El debilitamiento del orden mundial liberal

El "orden mundial liberal", basado en normas internacionales y en la cooperación multilateral, se tambalea bajo la administración Trump. Con la Casa Blanca respaldando un enfoque más transaccional y pragmático, los principios de la ONU y los acuerdos de seguridad internacional han perdido peso frente a una política exterior centrada en los intereses económicos y políticos inmediatos de Estados Unidos.

La reciente reunión entre Trump y Zelensky, marcada por la tensión y la falta de acuerdo, evidenció este quiebre. Para Trump, la guerra en Ucrania es un problema que debe resolverse con un "acuerdo" que priorice la estabilidad económica sobre cualquier principio moral o geopolítico. En otras palabras, Trump parece dispuesto a ceder ante Putin a cambio de beneficios estratégicos para Estados Unidos.

La amenaza a la democracia y el estilo autoritario de Trump

Pero más allá de su política exterior, lo que más preocupa a analistas y opositores es el giro autoritario que Trump parece estar consolidando en su propio país. Su desprecio por la prensa, su intento de debilitar a las instituciones democráticas y su constante ataque a sus opositores recuerdan en muchos aspectos la forma de gobernar de Vladimir Putin.

El líder ruso ha cimentado su poder durante más de dos décadas a través de la represión de la disidencia, el control de los medios de comunicación y la manipulación de las elecciones. Si bien Estados Unidos sigue siendo una democracia funcional, los esfuerzos de Trump por socavar la independencia de las instituciones y deslegitimar cualquier tipo de oposición van en la misma dirección.

Europa y el resto del mundo ante la encrucijada

Ante esta nueva realidad, Europa se encuentra en una encrucijada. Con una administración estadounidense que ya no considera prioritarias las alianzas tradicionales, la UE debe redefinir su estrategia de seguridad y autonomía. Mientras tanto, China observa atentamente la fractura entre Occidente y Rusia, lista para capitalizar el caos.

El nuevo mandato de Trump no solo marca un cambio en la política estadounidense, sino que también puede ser el punto de inflexión para el equilibrio de poder global. Si continúa su camino de acercamiento a Moscú y de desprecio por el orden mundial liberal, no sería exagerado decir que Trump está tratando de emular a Putin en más de un sentido.

La gran pregunta es si el Congreso, los aliados internacionales y la propia ciudadanía estadounidense permitirán que este cambio se consolide o si, por el contrario, habrá resistencia suficiente para frenar esta transformación sin precedentes.

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